No tenemos rabia. No tenemos miedo.
Lo tuvimos, pero cuando no hay nada que perder y mucho que ganar el temor se desvanece.
También sentimos rabia, un millón de palabras reprimidas que quedaron sin decir porque nunca era el momento. Una maraña de nudos en el estómago, de lágrimas contenidas, de patadas al viento. Pero, después de llevarnos tantos palos, aprendimos a transformarla en acción. Pudimos construir nidos con las piedras que nos arrojaban y dibujar planes de futuro con la fantasía de sus mentiras y sus giros de ficción.
Que odien, nosotros amamos.
Que conspiren, nosotros peleamos. A pecho descubierto y con la cabeza bien alta.
Que hablen más alto, nosotros lo haremos más claro.
Que griten; la verdad siempre llegará más lejos que el ruido.
Que mientan, porque nada dura para siempre y quedarán retratados.
Que ladren, seguiremos cabalgando.
Que vengan, que vengan todos. No daremos ni un paso atrás.
Que traigan los cuchillos, tenemos los puños afilados.
Que jueguen a desbaratarnos, estamos preparados.
Que piensen que pueden conquistarnos: nunca seremos territorio colonizado.
Que crean que pueden derrotarnos; ya lo intentaron, y se seguirán equivocando.
Que intenten encerrarnos: no habrá jaula que pueda contener nuestra libertad.
Que lloren y pataleen, aprenderemos a ignorarlos.
Que rabien, sin saber qué están haciendo mal; que nos sigan etiquetando, no nos entenderán jamás.
Que sigan envenenándolo todo, seremos un antídoto más fuerte y mejor.
Que se hundan en el fango, nosotros construiremos escaleras hasta el cielo.
Que se rebajen, nosotros estaremos a la altura de un pueblo que se les queda grande.
Que se refugien en sus clanes, nosotros floreceremos en nuestra tribu.
Que sigan diciendo que no se puede, les demostraremos que no tienen razón.
Que vengan, los estaremos esperando; con la dignidad por bandera y la verdad en el corazón.